El Servidor del Altar constituye uno de los personajes más queridos y entrañables de la liturgia en nuestra Iglesia. No sólo da realce a las celebraciones litúrgicas, sino que hace cercano y amable el misterio de Jesús para nosotros y para los niños, quienes vierten su ilusión y su fe creciente en un servicio bello y necesario en el culto y sobre todo en la Eucaristía.